Esta colección exhibe las virtudes de Diego Rivera como estudiante y su evolución en la primera etapa de su formación, entre 1896 y 1907 en la Academia de San Carlos; en la obra Retrato de la madre del pintor se puede apreciar la calidad extraordinaria alcanzada en este género.
En sus dos magníficos paisajes Barranca de Mixcoac y Pico de Orizaba, ambos de 1906, demuestra la rotunda solidez de su técnica a sus 20 años de edad, con los que ya compite con su insigne maestro José María Velasco.
A pesar de su acercamiento con las nuevas corrientes plásticas en su primer año en París, Diego seguía sintiéndose cómodo con la pintura simbolista, un ejemplo de esto es el sutil lienzo de 1909 en el que concreta su amor hacia Angelina Beloff.
En 1910, el cuadro Tierra quemada de Cataluña es un ejemplo de la influencia de Seurat. Regresó a nuestro país en 1917 pero Diego Rivera no se decidió por la pintura de temáticas sociales, ni siquiera por el muralismo como soporte, y en esta temporada de transición decidió volver a Cezanne, y realizó el espléndido Paisaje de Arcueil.
Esta colección aumenta su valor porque en su conjunto muestra que Diego Rivera fue también un gran pintor de caballete, ya que podemos admirar desnudos extraordinarios por su interpretación de la sensualidad como Desnudo, de 1919, y Desnudo con girasoles, que resalta por ser una de las piezas con mayor capacidad expresiva.
Los cuadros son bellos registros de personajes mexicanos anónimos elaborados con evidente admiración y ternura: niños y niñas, un volador en la cúspide, un niño pescando, y el magistral dibujo de Mujer con morral, de trazo ágil y casi inmediato, que ilustra la constante de su carrera, su capacidad de síntesis formal.
(Dirección de Comunicación Social del Gobierno del Estado)
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